115 días de muerte y destrucción

120.000 bajas 30.000 muertes

75.000 heridos y 15.000 prisioneros

La ofensiva republicana perseguía tres objetivos. El primero era detener el avance franquista sobre Valencia, el pulmón industrial y comercial del sector Centro, desviando la atención de ese frente sobre el del Ebro. El segundo buscaba reavivar la moral de la retaguardia republicana y silenciar las voces que, dando la guerra por perdida, reclamaban una paz negociada con los rebeldes. El tercero era, ante el creciente clima bélico que se vivía en Europa por la política expansionista de Hitler, demostrar a las potencias democráticas que la República todavía estaba viva y podía ser un aliado en la guerra contra el fascismo.

La operación fue un éxito en un primer momento. En su primer día se ocuparon cerca de 800 km2, entre Mequinenza y Benifallet, y se aniquiló toda una división enemiga. Pronto, sin embargo, los franquistas consiguieron construir una línea de resistencia siguiendo el eje Fayón, la Pobla de Massaluca, Vilalba dels Arcs, Gandesa y el río Canaletes. Un muro de hombres y armas, en el que se estrellaron las fuerzas republicanas.

Después de una semana de duros combates, sin avanzar más allá de la línea conseguida el primer día, los mandos republicanos ordenaron detener la ofensiva. El 2 de agosto se detenían los ataques y se empezaba a fortificar todo el territorio para defenderlo bajo la consigna de no ceder ni un palmo de terreno al enemigo.

Contra la opinión de algunos de sus mandos, Franco decidió luchar en el Ebro en lugar de dejar al enemigo allí atrapado, con un río a sus espaldas, y rodearlo desde Lleida. Una decisión que convirtió la operación del Ebro en una batalla de desgaste, un infierno para los cerca de 250.000 combatientes que se enfrentaron a ellos.

El terreno que los republicanos habían conquistado en un solo día necesitó más de cien días y siete contraofensivas para su recuperación. El 16 de noviembre, ciento quince días después de cruzar el río, las fuerzas republicanas se retiraban a la otra orilla.

La batalla arruinó a los pueblos y campos donde tuvo lugar, dejando un balance de 120.000 bajas entre ambos ejércitos: 30.000 muertos, 75.000 heridos y 15.000 prisioneros.

BIBLIOGRAFIA

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